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Évaluation
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Visité ayer este precioso rincón. No lo conocía. Cena para dos. La decoración auna diferentes estilos que se coordinan a la perfección: desde elementos vintage como un antiguo teléfono a un gran mortero o latas de conservas que nos transportan a momentos vividos que conviven con una bodega abierta o plantas colgantes que dan una luz especial. Todo y que mi acompañante ya había estado, optamos por dejarnos aconsejar tanto en lo que se refiere al vino: un Montsant que no decepciono, tal vez porque su nombre ya lo decía todo “Estones”, cómo en lo referido a la comida: dos baos de secreto que eran un derroche de sabor; un carpacció acompañado de un delicado pan y unas salsas que lo convertían en una delicia y una tortilla abierta que no os podéis perder: original, juego de sabores, en su punto… y mención especial a ese pan que la acompañaba: pan, pan, artesano, crujiente y tierno, un viaje a aquellos panes de pueblo que saboreábamos en nuestra niñez. El postre fue otra sorpresa que redondeó la cena: buñuelos de chocolate con crema de avellana que además de ser una explosión de sabor, llevaban un guiño de nuevo a la niñez: petazetas de avellana, no puedo con palabras transmitir su calidad! Todo esto ya dice mucho del Pitapes, pero, cómo siempre digo… sin un buen servicio, sin personal que ama su trabajo, entregado, eficiente, empático y con una sonrisa permanente… no hubiera tenido esa experiencia WoW y, tal vez, ni hubiera escrito la reseña… Gracias por hacer de una cena una velada espectacular! No lo dudéis: visitadlo! Yo prometo volver más antes que después!